REPORTAJE | De un tiempo a esta parte se ha generalizado una nueva percepción sobre el oficio del periodista. Un rumor o murmullo que, de ser cierto, desalentaría (si no lo está haciendo ya) hasta el universitario con mayor vocación. En primer lugar, hemos escuchado hasta la saciedad que el periodismo está sumido en una profunda crisis y decadencia, tanto cuantitativa como cualitativa. Nos presentan así, un escenario en el que el perfil profesional del periodista ha dejado de tener cabida en el mercado laboral. De hecho, puede que usted mismo piense que ahora todo el mundo es periodista porque todo el mundo se dirije o tiene la posibilidad dirigirse a un público a través de las redes sociales. Por supuesto, esta sobrevenida confusión es comprensible, pero permítame insistir en las razones y en las causas que la explican. Pues precisamente, mi labor aquí no es otra que la de aclarar con agua limpia la realidad de la profesión periodística
La crisis de la empresa periodística
Es cierto, querido lector, que el impacto de la digitalización en el sector de la comunicación parece haber oscurecido, o por lo menos dispersado el oficio del periodista. En los años 90, el periodista era más fácilmente identificable. Eran muy pocos los afortunados que tenían la posibilidad de dirigirse a una audiencia. Por aquel entonces, probar suerte en el mundo del periodismo se presentaba complicado en vista de desalentadoras barreras de entrada de tipo normativo y económico. Hoy, probablemente nos encontramos en un terreno diametralmente opuesto. Internet es un auténtico regalo tanto para el productor de contenido como para el consumidor. En el espacio digital ya no hay necesidad de intermediarios para comunicar, aunque quizás si para prosperar.
De cualquier modo, el debate de si el periodismo está en decadencia o no, queda zanjado en su parte práctica. Nunca antes ha existido un escenario tan factible y propicio para emprender un determinado proyecto periodístico. Antes, las cadenas de televisión, radios y periódicos que podíamos contar con las manos acaparaban el total de la audiencia, y por lo tanto la práctica totalidad de la publicidad. Ahora los anunciantes están en continuo desplazamiento ante la masiva y segmentada oferta del riquísimo contenido digital. Ergo, desde este punto de vista, si algo está en decadencia no es el periodismo, sino el caduco modelo de empresa periodística que ha sido superado por la tecnología. No obstante, como usted intuirá, aún queda reportaje, por lo que aún queda una parte de ese debate por ser tratada.
La calidad informativa
La continuación del famoso debate está en el terreno de la calidad de la información, o, dicho de otro modo, en la praxis periodística. Aquí, afirmar si existe o no una crisis del periodismo no es tan sencillo. Donde antes nos topábamos con el hecho (mayor accesibilidad al sector de la comunicación), ahora nos topamos con la opinión y la subjetividad (qué es periodismo y que no). Por ello, para enriquecer mi investigación y formar una sólida opinión ha resultado necesario conversar con fuentes de autoridad de diferentes puntos de vista y trayectoria.
La primera se enmarca en el ámbito académico. Su nombre es Juan Miguel Aguado y tuve la fortuna de recibir sus clases durante mis inicios universitarios. Frente a ella, un periodista en ejercicio llamado Rubén Arranz asentado en las filas de la cabecera VozPópuli. Resultará interesante contraponer ambas visiones ante las cuestiones que vamos a ir tratando. Empecemos con la cuestión fundamental.
«Los medios de comunicación sufren una crisis que ha afectado a los periodistas»
Rubén Arranz.
«En contexto de inundación es cuando más dificil resulta encontrar agua potable».
Iñaki Gabilondo
Crisis de identidad
Por añadidura, para saber si existe o no una crisis en la calidad de la información periodística deberíamos identificar que es periodismo y que no lo es, porque puede que aquí resida una de las claves de la problemática. El espacio digital ha alumbrado nuevos perfiles profesionales que no necesariamente por trabajar en el sector de la comunicación debemos considerarlos periodistas. Caeríamos en un error si creyéramos que la mera posibilidad y capacidad de trasladar un mensaje a una audiencia es la única propiedad que convierte a un individuo en periodista. Bien es cierto, que el periodista por su polivalencia de aptitudes se ajusta con facilidad a los nuevos puestos de trabajo germinados a raíz de las necesidades del actual mercado laboral.
Debido al exceso de información que aglomera Internet, la importancia del sector de la comunicación de cualquier entidad es cada vez mayor. Es difícil diferenciarse y destacar, existe una alta competitividad, y por ello devienen necesarios renovados profesionales de la comunicación que cubran esta misión. Perfiles como el community manager o el creador de contenido son salidas perfectamente viables para aquel que ha ejercido o se ha formado en el periodismo. Sin embargo, que compartan competencias no los convierte por ende en periodistas. Hoy, más que nunca, conviene esclarecer la diferencia y la identidad a sabiendas de la capital importancia de su figura en las sociedades que aspiran a conservar sus libertades.
Independencia, credibilidad y responsabilidad
El periodista presta un servicio del que son inseparables un modus operandi y una ética de marcada idiosincrasia. En primer lugar, y sin duda como definitoria condición, se encuentra la independencia. El mayor o menor grado de esta afectará frontalmente en la calidad del servicio periodístico. Hoy, en los albores de una ineludible reconversión del modelo de negocio periodístico, si la calidad de la información de los medios generalistas se ha visto minada es precisamente por la reticencia de esta otrora todopoderosa industria editorial a aceptar la realidad tecnológica. En esta transición vemos que se empeña en subsistir a cualquier coste, incluido el de enfangarse políticamente o recurrir a la cobertura de la sensacionalista banalidad informativa. Ignorando con ello, el sacrificio de los principales capitales con los que cuenta el periodismo: la independencia, la credibilidad y la responsabilidad.
«El modelo de negocio necesariamente tiene que estar adaptado a las circunstancias»
Juan Miguel Aguado
La inmediatez en detrimento de la comprensión
La histórica necesidad de acortar distancias y tiempos entre el mensaje del emisor y el receptor, y su gradual satisfacción, ha ido salpicando colateralmente en perjuicio de la praxis del oficio. Estas necesidades o intereses, antes cubiertas en función de las posibilidades tecnológicas, se han visto tangencialmente satisfechas por medio de Internet. Y es que, pese a enmarcarse en la continuidad y no en el rupturismo tecnológico, el impacto de Internet en el entorno es de especial visibilidad y envergadura.
Esta tendencia ha extendido la falacia de que el periodismo es la preocupación por trasladar la realidad al lector lo antes posible, y no la preocupación por que el ciudadano entienda la realidad independientemente del cuándo. De modo, que aquellos que en Internet se dedican solo y apresuradamente a hacer ver la realidad, no son periodistas. En todo caso, figurarían como fuentes de las que se abastece el periodista para contrastar y contextualizar la realidad. Porque este, si es bueno, sabe que verla no es comprenderla.
Aquí es donde encontramos otra de las claves para entender la transformación o como mínimo el desafío en el que hoy parece estar imbuido el periodismo. En el nuevo «ecosistema informativo», la pulsión por cubrir la inmediatez en pro del beneficio empresarial como penoso esfuerzo por sobrevivir en un infecundo modelo de negocio, está corrompiendo y desacreditando el periodismo, y por lo tanto incidiendo negativamente en la salud informativa de la sociedad.
«Un escosistema es como un tablero de ajedrez, donde el mínimo movimiento incide en el significado del conjunto»
Juan Miguel Aguado
¿Degradación determinada por la tecnología?
Sin embargo, no caigamos en el error de asumir acríticamente el determinismo tecnológico. Por supuesto, la tecnología condiciona el entorno, pero si lo condiciona negativa o positivamente siempre depende del uso que le demos y de la manera en la que la adoptemos. Al mismo tiempo que algunos periodistas corrompen la profesión por un mal uso o una mala adaptación a la tecnología, otros pueden utilizarla para favorecerla. El buen periodismo no es determinado por la tecnología, sino por la actitud y la voluntad del que lo ejerce. Asimismo, el periodismo no es la empresa periodística, sino el que se dedica al periodismo y este desgraciado individuo debería parar de mentirse a sí mismo. Nunca ha tenido unas condiciones materiales tan favorables para decidir elaborar un respetable, honesto y necesario por lo demás, servicio periodístico.
Quizás la pregunta sea como hacer rentable el periodismo al margen de los grandes medios»
Rubén Arranz
Por un lado, el modelo de negocio de la suscripción, en el fondo es más beneficioso y va más acorde con la razón de ser del periodismo que el de la publicidad. En cualquier modelo de negocio el que pone la pasta «manda». Que mejor que la ponga el lector. ¿A quien sino debe tener el periodista en mayor consideración?. ¿Quién sino debe tener mayor protagonismo que aquel al que se presta el servicio?. La digitalización ha devuelto el poder a la audiencia y ha descentralizado la oferta que esta recibe sumiéndola en la más rica diversidad. La relación con la audiencia ahora puede ser más cercana y participativa, lo que implica un mayor conocimiento de sus necesidades e intereses y una enriquecedora retroalimentación.
«En la medida en que seamos capaces de hacer peceptible el valor de nuestro trabajo, entonces podremos cobrar por ello»
Juan Miguel Aguado
Un alud de libertad
Es indudable. Tanto el emisor como el receptor han ganado en libertad. Aunque como es natural, en la extraordinariedad de la libertad del espacio digital hay hueco para todo. Para la calidad y la honestidad, y para la desinformación y los falsos mesías. Un aumento de libertad formidable, sino deviene al unísono en un aumento de responsabilidad se queda en el auxilio de la seguridad de la subvención o de la falacia por parte del periodista, o de un gurú que refuerce las creencias previas por parte del lector. Puntualizo la cuestión de la responsabilidad de la población porque no es baladí. Si, no nos faltaría razón si señalamos a los medios como responsables de la baja calidad informativa, pero ¿y la mentalidad de la población? ¿no recae sobre ella ninguna responsabilidad por su manera de informarse o por el tipo de contenido que demanda?
«La sobreabundancia de información ha impactado en la sociedad fomentando comportamientos guiados por el miedo»
Rubén Arranz
Conclusión
Algo está claro. El mercado laboral en el sector de la comunicación aún está en proceso de reajuste y redefinición tras la consolidación de Internet. El advenimiento de nuevos perfiles profesionales de la comunicación. La libre cabida en este espacio a motivaciones informativas de cualquier índole. Asi como, la desgastada reputación de los medios generalistas derivada de una transición tecnológica de particular impacto en el gremio. Ha formado una nebulosa informativa en la que cuesta diferenciar la identidad del genuino periodista. Pero, no debemos confundirnos. La realidad es que el periodista, tal y como lo hemos definido a lo largo de esta publicación, está más vivo que nunca, tanto por la necesidad de su servicio como por las posibilidades que le brindan las herramientas digitales. Que el presente artículo, que aquí concluye, le haya esclarecido la realidad o invitado a seguir investigando es una prueba evidente de ello.
Enlace a la entrevista completa de Juan Miguel Aguado: https://youtu.be/0VZ9yhnCI1s
Enlace al audio completo de Rubén Arranz: https://soundcloud.com/antonio-susarte-escamez/whatsapp-ptt-2023-03-07-at-170601
Acerca del autor
Mi propósito es vivir desde el amor, y esto, aplicado a la creación de contenido en general y al periodismo en particular, es procurar, favorecer y enriquecer la libertad de mi lector.