OPINIÓN | A primera vista, por sus virguerías técnicas, la infografía nos puede parecer un fenómeno moderno, propio y exclusivo de lo que hoy algunos llaman la revolución digital. A mi juicio, nada está más lejos de la realidad que una percepción distorsionada como esta. La infografía, así como Internet, ha tenido un largo recorrido histórico que con sus flujos y reflujos ha alumbrado su forma actual. En ningún caso, podemos considerarlas como sorpresas disruptivas y revolucionarias. Pensar de tal manera, es concurrir en un craso error antropológico. La infografía es tan nueva como el humano. Y me explico.
El ser humano inventa algo no tanto por sus posibilidades como por sus necesidades de resolver un determinado problema. A lo largo de la historia, todo invento o avance tecnológico ha venido precedido por una necesidad previa. La invención de las máquinas, por ejemplo, no fue el motor de la revolución industrial, solo una de las primeras consecuencias de que algo había empezado a cambiar. No porque creamos máquinas obtuvimos tejidos, sino porque como queríamos más tejidos tuvimos que hacer máquinas. Pero no solo en algo estrictamente tecnológico encontramos esta lógica. Durante el neolítico, como consecuencia de una nueva forma de vida sedentaria irrumpió, entre otras muchas cosas, una nueva noción: la de la propiedad. La necesidad de que fuera respetado el fruto de tu trabajo y de reprimir la creciente violencia derivada devino poco a poco en la aparición de normas de conducta organizadas colectivamente (la ley).
Más de lo mismo para el caso que aquí me concierne. Entendida en su sentido más amplio, la infografía aflora desde los tiempos más remotos. Y las distintas formas que ha ido adoptando a lo largo de la historia obedecen al particular desarrollo tecnológico, asi como la mentalidad de cada época. Eso sí, un desarrollo tecnológico cimentado y alimentado por una necesidad de fondo que siempre ha estado ahí.
Jose L. Martín Sáez, profesor de periodismo infografíco en la Universidad Rey Juan Carlos, enriquece y matiza lo que arguyo desde la óptica periodística. Lo hace ahora, y lo hace a lo largo del artículo.
La necesidad de facilitar la comprensión de lo complejo
Probablemente, se trate de una necesidad connatural a la naturaleza humana. Puede que hasta este ligada a instintos tan primitivos como son la supervivencia y la adaptación. Si repasamos su historia, extraemos que el ser humano, en su búsqueda insaciable de la estabilidad, no cesa en sus intentos de dar con una explicación y un sentido de lo que le rodea, incluso de lo que siente. En el transcurso de una vida humana, sin importar la época en la que habita ni el estatus social que la posiciona, surge esta imperiosa necesidad de comprender los «datos» que percibe del exterior y del interior para orientar su comportamiento, y así prosperar. Pero, para comprenderlos con arraigo, antes necesita exteriorizarlos y visualizarlos.
Si bien la mentalidad de cada época representará visualmente la realidad a partir de un relato ideológico u otro. Independientemente de ello, si hay algo común a todas las generaciones es la tendencia histórica a perfeccionar la satisfacción de esta necesidad base. De tal modo que, en mayor o menor medida según que época, muchos de los esfuerzos creativos de nuestros antepasados han ido en esa dirección. Empezando el periplo por las pinturas murales prehistóricas y continuando por la primitiva cartografía babilónica.
La infografía resultó ser periodismo
Con el tiempo fueron advirtiendo en las características de la propia naturaleza humana. El lenguaje visual, efectivamente, facilitaba con mayor eficacia la comprensión de casi cualquier tipo de información. La obra de Leonardo Da Vinci es pionera en ese sentido. Este hombre renacentista, con un anticipado criterio multimedia, se detuvo en la elaboración de esquemas e ilustraciones para que su lector pudiera entender más allá de según que texto. He aquí un antecedente claro de los actuales gráficos interactivos que por su inmersión tanto nos soprenden. Aunque como indica Jose Luis, la oficialidad del término infografía no acontece hasta principio del siglo XIX, tras la profesionalizacíon, expansión y puesta en valor de su práctica como recurso por parte las empresas periodísticas. Un momento en el que, por explosión demográfica, la complejidad de datos que demandaba ser divulgada y comprendida aumentaba a raudales.
Nada nuevo bajo el sol
Los hechos y una interpretación honesta de los mismos, nos corroboran que ninguna de nuestras necesidades ha sido determinada por la tecnología. La digitalización que posibilita la infografía actual solo es una de las últimas consecuencias de la mente humana y su breve paso por este planeta. Sin duda, de apariencia rupturista y divergente por su particular impacto y visibilidad. Pero solo de apariencia, pues en cuanto nuestros descendientes ganen en perspectiva histórica y visión de conjunto observarán en ella la mera continuidad de un largo proceso histórico. Como ocurrió con la invención de la imprenta, si. Exactamente igual.
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