OPINIÓN | La libertad de expresión según Musk y Twitter: el vínculo entre estas dos premisas pone a tambalear la integridad de la red social y nuestra confianza en ella. ¿Qué es lo que pretende realmente?
Elon Musk y Twitter

Siendo fundador, consejero delegado e ingeniero jefe de SpaceX; inversor ángel, CEO y arquitecto de productos de Tesla, Inc; fundador de The Boring Company, Neuralink y OpenAI; graduado en Física y Economía y, también, el hombre más rico del mundo, Elon Musk no tiene suficiente, y añade un atributo más a esta incansable lista de títulos y “méritos”: ser el dueño de Twitter. ¿Por qué es esto preocupante?
Para entender el peligro de la situación, hay que entender primero el contexto. Para ello tenemos la aportación de Alba Meseguer, periodista en Público y experimentada como Community Manager, por lo que ha sido responsable de la gestión de redes sociales de varios medios que han enriquecido su especialización en este ámbito.
Como bien comparte Alba, este suceso es peligroso debido a lo siguiente:
Primero, porque una de las redes sociales más activas e influyentes internacionalmente está en manos de una persona que realmente conoce poco o nada sobre su gestión, y que incluso ha negado la cooperación en la dirección de la empresa.
En segundo lugar, porque esto implica una verticalidad aún mayor de su poder. Elon Musk, siendo ya de los hombres más poderosos del mundo por su inconcebible patrimonio económico y material, suma a su control el de la comunicación social.
Es por ello que este caso no puede generarnos otra emoción que miedo e intriga: la ambición ignorante nunca ha dado buenos frutos.
El debate «saludable»
Lo más relevante de la situación es que el pilar que sufrirá mayores cambios en la misma red social es el de la libertad de expresión. Como bien expone Musk en este tweet, su objetivo es restaurar Twitter como “la plaza de la ciudad digital, donde una amplia gama de creencias pueda ser debatida de manera saludable.”
Pone en el centro de la comunidad de esta red social el diálogo «saludable». La pregunta es ¿qué es realmente saludable en el ámbito social/comunicativo? Más bien, ¿qué es saludable para él?
Si tenemos que guiarnos por la línea ético-moral que sigue en sus primeras movimientos como director y jefe de las oficinas de Twitter, esta no sería considerada la más sana. Algunos de sus trabajadores duermen en la misma sede donde trabajan, otros muchos han sido despedidos en masa (recordemos que expulsó al consejo de administración, despidió a la alta dirección y casi la mitad de la plantilla).
Pero vayamos a lo que concierne a este artículo: Elon Musk centra su idea de “comunicación sana” en la libertad de expresión y la no censura. ¿Es esto realmente lo más “sano”?
Su «libertad» de expresión
Él mismo se hace llamar “absolutista de la libertad de expresión”. Según sus declaraciones, la libertad de expresión es lo que “simplemente se ajusta a la ley”, y así lo demostró mostrando sus intentos de devolver la cuenta de Twitter a Donald Trump.
Por otro lado, en una TED Talk, Musk resumió esta libertad en una oración: “[significa que] alguien que no te gusta tiene la potestad o posibilidad de decir algo que no te gusta”.
El peligro que puede significar esta libertad tan amplia en redes sociales es concebido incluso por fanáticos de Elon Musk, sorprendentemente: observan el riesgo, primero, de la presencia de comportamientos y expresiones delictivas; y el segundo y más importante, de convertir Twitter en un vehículo de la desinformación.
Libertad a medias
No es solamente esto lo que nos hace chirriar los oídos cuando Elon Musk se autoproclama “absolutista” de esta libertad. Si fuera así, se le podría juzgar por “inocente”, pero queda lejos de serlo.
Hay muchas acciones del multimillonario que no se siguen de su defensa por la expresión libre. Por ejemplo, los casos de John Bernal y Martin Tripp, despedidos y espiados posteriormente por órdenes de Musk, por mostrar fallos de sus productos o dudar de sus credenciales medioambientales. Por no olvidar otros casos de trabajadores despedidos por intentar organizarse sindicalmente, o sus ataques a periodistas como Linette Lopez.
Todo esto no es inocencia ni humildad: es hipocresía. Presume de ser absolutista de esta libertad, pero silencia y censura a todo aquel que critica su trabajo (incluso con argumentos) mientras él se permite insultar públicamente a cualquiera.
Cuestión de política
Elon Musk, lo que quiere realmente, es igualar la censura en los dos extremos ideológicos. Así lo expresó en un tweet cuando ya preparaba su compra: “debe ser políticamente neutral, eso es, molestar a la extrema derecha y a la extrema izquierda por igual”. Twitter, como muchas otras redes sociales, son criticadas como imparciales políticamente por censurar, mayoritariamente, cuentas conservadoras.
Parece que esto es lo que verdaderamente le molesta sobre la vigilancia de esta red, por lo que tiene dos opciones: o censurar también los discursos de la extrema izquierda, o permitir ambos. La cuestión es que ambos escenarios son contraproducentes para Twitter: si se censuran ambos extremos, se despolitiza una de las redes donde más transita la opinión política; si no se silencia el discurso que incita al odio, serán muchos los que abandonarán la red por incomodidad o indignación.
Anteriores intentos: en el olvido
Lo más interesante de todo es que lo que parece pretender Elon Musk no sólo ya se ha planteado, sino que también se ha llevado a cabo en varias ocasiones.

Redes como Gab, Parler y Gettr las crearon varios ex-usuarios de Twitter de extrema derecha, que sufrieron la suspensión de sus cuentas por incitar al odio. Aun y su defensa por la libertad de expresión imponen cierta vigilancia, aunque mínima: censuran el contenido pornográfico y de desnudos. De estas podemos sacar dos datos curiosos:
Primero, que el número de usuarios activos en estas redes es mucho menor al de cuentas creadas: Gab, con 4 millones de perfiles en la comunidad, solo mantiene la actividad de 100000 (teniendo Twitter unas 330 millones cuentas activas).
Y esto parece ser consecuencia del segundo punto, y es que estas redes “se han llenado de usuarios rebotados de Twitter con ganas de defender teorías racistas y extremistas”. Por mucho que insistan en su pretensión de ser un espacio libre para cualquiera, los contrarios a la ideología ultraderecha no sienten atracción por estas. Incluso los afines a esta visión “política” se cansan de ver siempre el mismo contenido extremista y supremacista (parece que disfrutan más exaltando el otro extremo ideológico), y vuelven a su actividad habitual en Twitter o Instagram.
Lo más evidente que puede mostrar esto es que permitir y no censurar el discurso de odio de cualquier aspecto social no es lo más eficiente: la red social se vacía de argumentos y se llena de insultos y menosprecios.
Truth social y Donald Trump
Pero el intento más interesante para este artículo, puesto a sus similitudes con lo que pretende Elon Musk, es la red social impulsada por Donald Trump: Truth Social (también creada como consecuencia del bloqueo de su cuenta de Twitter).

En teoría, esta “fomenta una conversación global abierta, libre y honesta sin discriminar ninguna ideología política”. Esto es claramente un guiño y denuncia a la “imparcialidad” que según ellos (los indignados de la ultraderecha) implica la censura en las redes sociales. Es, realmente, lo mismo que decía Elon Musk: “[Twitter] debe ser políticamente neutral”.
Pero esta plataforma tampoco se ha mantenido “imparcial” como presume, ni ha aplicado la censura solamente a aspectos “apolíticos” (como Gab, Parler o Getter). En la primera semana de su funcionamiento, Truth Social ya censuraba publicaciones y bloqueaba cuentas que se reían de Donald Trump y/o de la empresa. Otro caso como el de Elon Musk y sus persecuciones a críticos de sus negocios. ¿No recuerda esto a la gestión de la supremacía del líder en un estado dictatorial, donde toda opinión crítica contra él se censura?
La libertad de expresión ideal y sus dificultades
Las preocupaciones no quedan ahí. Como bien expresa Peter Singer, director del foro Journal of Controversial Ideas, aplicar a Twitter el objetivo de una comunicación sana ideal (sin censura), ya en su situación tan avanzada, es posible, pero muy complicado.
Singer habla desde su experiencia, puesto que su foro pretende la misma misión: una expresión libre e imparcial, política y socialmente. Considera que lo principal para conseguir esta comunicación ideal sin censura, es saber distinguir entre dos tipos de discurso. Por un lado, el discurso que apela a la razón y la evidencia, en un esfuerzo por persuadir y hacer cambiar de opinión. Por otro, el que busca alterar, agitar y despertar el odio, sin argumentación ninguna.
De aquí surge su preocupación, y es que intentar aplicar esta vigilancia a una red ya tan activa implica mucho trabajo. Sí se podría conseguir un diálogo sano. Pero filtrar de entre unos 518.400.000 tweets diarios las opiniones razonadas y las que buscan agitación, no es trabajo fácil. Y más teniendo una plantilla de trabajadores cada vez más reducida.
Conclusión: un peligro real
En resumen, la relación entre Twitter y la libertad de expresión de Elon Musk puede acabar en varios escenarios:
El primero, que acabe siendo como Truth Social. Una red social dictatorial, “libre”, pero que no puede poner en duda la supremacía del líder ni de la plataforma (es decir, antidemocrática).
El segundo, que se convierta en otra comunidad como Gab, Parler o Gettr. Llena de usuarios extremistas y discursos de odio supremacistas, agitadores y vacíos de razón y sentido.
Y el tercero, el más difícil de conseguir, que se sigue de la intención de Peter Singer y el Journal of Controversial Ideas. Un espacio que entiende que comunicación digital y censura van inevitablemente juntos si se quiere conseguir el ideal de debate en una red social.
Una cuestión está clara: Elon Musk se puso al mando de Twitter sin saber exactamente qué quería hacer. Aún así, la falsa meritocracia del mundo actual trabajó como siempre: con 44000 millones de dólares, una de las redes sociales más influyentes es suya. Sin conocer del ámbito comunicativo nada más allá que su propia y simple experiencia en él, ni conocer el funcionamiento de la vigilancia ni de la censura. Sin dejar de lado su egoísmo, ni saber ni siquiera qué es la libertad de expresión sana.
Pero con todos las papeletas de acabar con Twitter.
Acerca del autor
Menorquina graduada en Filosofía en la Universidad de Barcelona, apasionada por el mundo de la cultura, por consumirla y reflexionarla. Estudiando el master de Periodismo digital buscando mi lugar en la comunicación, digital y audiovisual.